Un programa de ejercicios para realizar en casa, sin ayuda de aparatos y bajo la supervisión remota de profesionales de la educación física, demostró ser seguro y eficaz para combatir dos posibles secuelas de la Covid-19: la endurecimiento de las arterias y pérdida de fuerza muscular implicado en la respiración.
El hallazgo fue realizado por investigadores de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y Federal de São Carlos (UFSCar) en un ensayo clínico con 32 pacientes que fueron hospitalizados después de contraer el Sars-CoV-2, entre julio de 2020 y febrero de 2021.
En el grupo había hombres y mujeres, con una edad promedio de 52 años.
“A pesar del número relativamente pequeño de participantes, pudimos ver diferencias estadísticamente significativas en estas dos variables. Y cabe mencionar que la intervención fue segura, incluso realizada en casa. Ninguno de los voluntarios tuvo un efecto adverso causado por los ejercicios.”, dice Emmanuel Ciolac, profesor de la Facultad de Ciencias (FC-Unesp), en Bauru, y coordinador de la investigación.
Aproximadamente un mes después del alta hospitalaria, los voluntarios se sometieron a una serie de pruebas y se dividieron aleatoriamente en dos grupos.
Parte recibió solo una orientación genérica para practicar actividad física y regresar a la universidad a las 12 semanas para una nueva evaluación. Los demás asistieron a una clase presencial, en la que se impartieron ejercicios aeróbicos y de fuerza, y luego recibieron un cuadernillo con pautas.
Este segundo grupo fue monitoreado de forma remota por los investigadores semanalmente, a través de llamadas telefónicas y mensajes.
“Se les recomendó practicar ejercicio de resistencia (para fortalecer los músculos) al menos tres veces por semana, más 150 minutos de actividad aeróbica en el período”, dice Vanessa Teixeira do Amaral, estudiante de maestría del Programa de Posgrado en Ciencias del Movimiento de la Facultad de Ciencias (FC-Unesp) y primera autora del artículo.
Al final de las 12 semanas, todos se sometieron a una nueva batería de pruebas. Además del peso y el índice de masa corporal (IMC), se midieron la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la llamada velocidad de onda del pulso carótido-femoral (PWV), un parámetro utilizado para medir la rigidez arterial.
“Para realizar esta prueba se colocan sensores en las arterias carótidas [no pescoço] y femoral [na virilha]. Envían la información a un software, que calcula la velocidad con la que la sangre bombeada por el corazón va de un punto a otro. Cuanto mayor es la rigidez arterial, mayor es la velocidad. Valores superiores a 10 metros por segundo [m/s] ya son preocupantes, pues representan un riesgo de complicaciones cardiovasculares”, explica Amaral.
También se evaluaron la función pulmonar (espirometría) y la fuerza de los músculos respiratorios mediante un dispositivo conocido como manuvacuómetro, que mide la presión inspiratoria máxima (PImax) y la presión espiratoria máxima (PEmax).
Y por último, se aplicaron pruebas físicas estandarizadas para evaluar el estado general de fuerza muscular y salud.
terapia complementaria
Según Ciolac, todos los participantes del estudio mostraron una mejora en los parámetros evaluados después de 12 semanas. Pero solo en el grupo que practicó los ejercicios con guía remota se observó una reducción significativa en la velocidad de la onda del pulso.
Según explica la investigadora, el endurecimiento arterial es una de las consecuencias de la inflamación desencadenada en el organismo por la Covid-19, pero también es un proceso que ocurre de forma natural con el envejecimiento.
Esta condición aumenta el riesgo de hipertensión y eventos cardiovasculares como ataque cardíaco y accidente cerebrovascular. En una etapa avanzada, incluso puede conducir a insuficiencia renal, hígado y otros trastornos de órganos.
“En el grupo que recibió la intervención, el 35% de los voluntarios tenían valores superiores a 10 m/s en la primera medición. Después de 12 semanas, vimos una reducción promedio de 2 m/s, un efecto muy bueno. Y todos los integrantes de este grupo estuvieron por debajo de 10 m/s en la segunda evaluación”, informa Ciolac.
La mejora en los valores de presión inspiratoria y espiratoria también fue estadísticamente significativa solo en los voluntarios que se sometieron a la intervención: el 100% de ellos tenía, al inicio del programa, valores de PIM por debajo de lo esperado para su edad.
En la segunda evaluación, este índice se redujo al 50%. En el caso de MEP, el 58% presentó valores por debajo de lo esperado en la primera evaluación y el 33% luego de 12 semanas de entrenamiento.
“Los hallazgos sugieren que el ejercicio en el hogar con supervisión remota puede ser una terapia adyuvante potencial en la rehabilitación de personas que han sido hospitalizadas como consecuencia del Covid-19”, concluyen los investigadores.
*Este texto fue publicado originalmente por Agência Fapesp.