En un preocupante avance en la investigación sobre los microplásticos, un estudio reciente ha revelado que estas diminutas partículas están infiltrándose también en el cerebro humano. Los detalles fueron publicados en JAMA Network Open.
Un equipo internacional de científicos descubrió microplásticos en los bulbos olfatorios —las áreas del cerebro responsables de procesar los olores— en 8 de 15 cadáveres analizados. El hallazgo añade una nueva dimensión al creciente problema de la contaminación por microplásticos, que previamente se había detectado en otras partes del cuerpo.
La presencia de microplásticos en el cuerpo humano no es una novedad. Estudios anteriores ya habían encontrado estas partículas en coágulos sanguíneos cerebrales, pero este es el primer estudio que las identifica en el propio tejido cerebral.
Según los investigadores, se está llevando a cabo otro estudio similar que está en proceso de revisión por pares. Esto sugiere que los hallazgos sobre los efectos de los microplásticos en el cerebro podrían ir en aumento.
La investigación
El estudio describe que las partículas y fibras fueron las formas más comunes de microplásticos detectadas, y que el polipropileno, un polímero presente en una amplia variedad de productos desde envases hasta dispositivos médicos, fue el tipo de plástico más frecuente.
Las partículas encontradas variaban en tamaño, oscilando entre 5.5 y 26.4 micrómetros, dimensiones significativamente más pequeñas que el ancho de un cabello humano promedio.
Los investigadores sugieren que los microplásticos pueden llegar al cerebro a través de la vía olfativa, que conecta la nariz con el cerebro. Este mecanismo, ya documentado con partículas contaminantes del aire, plantea serias preocupaciones sobre los riesgos que los microplásticos podrían representar para la salud humana.
Las diminutas perforaciones en la placa cribosa, ubicada justo debajo del bulbo olfatorio, podrían ser las puertas de entrada para estos materiales sintéticos en el sistema nervioso central.
Peligro poco claro
A pesar de los riesgos crecientes que representan los microplásticos, los esfuerzos globales para reducir su uso no han sido lo suficientemente efectivos. En lugar de disminuir, la producción de plásticos se ha duplicado en las últimas dos décadas.
Aunque los efectos exactos de los microplásticos en el cerebro aún no están completamente claros, los investigadores advierten que es razonable suponer que la acumulación de estos materiales no es algo positivo para la salud.
Estudios recientes sugieren que podría haber daños neuronales e incrementarse el riesgo de trastornos neurodegenerativos. Además, ya se ha establecido una relación entre la contaminación del aire y problemas cognitivos, lo que sugiere que la presencia de microplásticos en las fosas nasales podría agravar estos problemas.