El COVID-19 puede parecer una infección “leve” en la mayoría de los pacientes. Sin embargo, ya hay pruebas que demuestran tanto los cuadros graves como los leves pueden dejar secuelas en el cerebro. “Para la multitud de personas que piensan que los casos leves de COVID-19 no tienen ningún sentido, estos resultados serían diferentes. Sí, hasta ahora es un efecto a corto plazo y puede revertirse parcialmente con el tiempo. Sí, es probable que sea menor con las variantes actuales y la vacunación. Pero la negación no funciona”, escribió el científico Eric Topol, director del Instituto Scripps de California en los Estados Unidos.
Para hacer la advertencia sobre las secuelas de la infección causada por el coronavirus, el experto se basó en dos estudios con pacientes que se hicieron en el Reino Unido y en Brasil.
En el caso del estudio en el Reino Unido los científicos descubrieron diferencias significativas en los pacientes al realizar escaneos por resonancia magnética antes y después de que tuvieran la infección por el coronavirus. Encontraron que incluso después de una infección leve, el tamaño general del cerebro se había reducido ligeramente, con menos materia gris en las partes relacionadas con el olfato y la memoria. El estudio se publicó en la revista Nature.
Los resultados de los estudios en Brasil y Reino Unidos comparados por el científico estadounidense Eric Topol
“Estábamos estudiando una infección esencialmente leve, así que ver que realmente podíamos ver algunas diferencias en su cerebro y cuánto había cambiado su cerebro en comparación con los que no habían sido infectados fue toda una sorpresa”, dijo la autora principal, la profesora Gwenaelle Douaud, de Centro Wellcome de Neuroimágenes Integrativas, de la Universidad de Oxford.
Los investigadores se basaron en el proyecto del Biobanco del Reino Unido, que ha seguido la salud de 500.000 personas durante unos 15 años. Cuenta con una base de datos de escáneres registrados antes de la pandemia. Esta particularidad ofreció una oportunidad única para estudiar las repercusiones del virus en la salud a largo plazo.
Fueron 401 participantes. El 96% de los cuales había tenido COVID-19 leve, y 384 participantes que no habían tenido la infección. Descubrieron que el tamaño total del cerebro de los participantes que tuvieron la enfermedad se había reducido entre un 0,2 y un 2%. Se produjeron pérdidas de materia gris en las áreas olfativas, relacionadas con el olfato, y en las regiones relacionadas con la memoria. Y a los que se habían recuperado recientemente les costaba un poco más realizar tareas mentales complejas.
Descubrieron que el tamaño total del cerebro de los participantes que tuvieron la enfermedad se había reducido entre un 0,2 y un 2%/Archivo
El estudio se hizo cuando la circulación del virus original, que fue detectado en Wuhan, China, y la variante Alfa eran frecuentes y la pérdida del olfato y el gusto eran un síntoma principal. Sin embargo, el número de personas infectadas con la variante Ómicron -que desde diciembre pasado predomina en el mundo- que declaran este síntoma ha disminuido drásticamente.
En tanto, el estudio realizado en Brasil también encontró evidencias de los síntomas en el cerebro después del COVID-19. Fue publicado en la revista científica PNAS de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. A través de la investigación, los científicos explicaron el modo en el que el virus infecta a los astrocitos, que son unas células cerebrales que llevan a cabo un elevado número de funciones clave para la realización de la actividad nerviosa, llegando a causar cambios estructurales en el cerebro.
En algunos pacientes, la infección por el coronavirus puede ocasionar alteraciones del cerebro y disfunción, según detectó el trabajo liderado por Daniel Martins-de-Souza, doctor en Bioquímica en la Universidad Estatal de Campinas. El estudio consistió en hacer resonancia magnética sobre la estructura cerebral de 81 pacientes en proceso de recuperación de la enfermedad en grado moderado y otros 81 pacientes sanos. Comprobaron cómo los pacientes del primer grupo mostraban un grosor cortical reducido, un hallazgo relacionado con síntomas de ansiedad y depresión.
Además de estudiar los resultados de los dos primeros grupos, el equipo también analizó muestras del cerebro de 26 personas fallecidas por el COVID-19. Los análisis indicaron que las muestras de 5 de los 26 casos estudiados habían sufrido daños severos en los tejidos cerebrales. Un posterior análisis más profundo terminó mostrando que la morfología de los astrocitos, las células clave para mantener el metabolismo neuronal, hacía que tuvieran una gran predisposición para ser infectados por el coronavirus.
En el caso de los astrocitos, la investigación demuestra cómo el receptor NRP1 es la puerta de entrada para el virus. Los astrocitos analizados mostraron niveles alterados de los metabólicos usados para el funcionamiento de las neuronas y para la producción de neurotransmisores, además de segregar moléculas neurotóxicas. Esos cambios se verificaron después de que la persona había adquirido la infección.
Se encontraron daños agudos y severos en el tejido cerebral extraído de las muestras de la región orbitofrontal en pacientes fallecidos por COVID-19/Archivo
Las alteraciones a largo plazo en el cerebro que se han descrito hasta el momento en la investigación van desde la atrofia en la corteza orbitofrontal hasta la discapacidad neurocognitiva, pasando por la fatiga excesiva y los síntomas de ansiedad en pacientes que han sufrido la enfermedad en un grado moderado. En los pacientes que fallecieron a causa de la enfermedad, el estudio indica que se encontraron pruebas de daños agudos y severos en el tejido cerebral extraído de las muestras de la región orbitofrontal.
De acuerdo con expertos de la Clínica Mayo de los Estados Unidos, si una persona tienes síntomas del síndrome pos-COVID-19, debería consultar a su médico de cabecera. Entre los síntomas más frecuentes se encuentran la fatiga, los síntomas que empeoran después de hacer esfuerzo físico o mental, la fiebre, la dificultad para pensar o concentrarse, dolores de cabeza, problemas para dormir, mareos al ponerse de pie, sensación de puntadas, pérdida del olfato o del gusto, y depresión o ansiedad, entre otros.