Lejos aún del pico de coronavirus y a las puertas del invierno austral, Brasil camina hacia un panorama incierto, con la curva del COVID-19 al alza, el inicio de la temporada de influenza, el final de la de dengue y brotes activos de otros virus que creía superados, como el sarampión, reporta la agencia EFE.
Mientras colapsan las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, el presidente Jair Bolsonaro sigue empecinado en la vuelta a la normalidad y en una «guerra política» contra el aislamiento defendido por los Gobiernos regionales.
En menos de un mes han caído dos ministros de Salud: Luiz Henrique Mandetta, defensor de las cuarentenas, y Nelson Teich, quien, según la agencia española, se negó a recomendar los tratamientos que desea el mandatario. Los dos exministros son médicos, y quien ocupó ahora esa cartera interinamente es Eduardo Pazuello, un general del Ejército, que de medicina debe saber poco.
Este sábado Brasil superó las 15 mil muertes y los 230 mil contagiados, según cifras oficiales dadas a conocer por varias agencias, que lo ubican como el cuarto país con más casos en el mundo, detrás de Estados Unidos, Rusia y Reino Unido. Tal expansión del coronavirus se produce en medio de otros brotes.
Según el Ministerio de Salud, en lo que va de año se han notificado 676.928 casos de dengue, 322 casos por 100.000 habitantes, y 265 decesos. Con la llegada del invierno austral en junio, los casos de dengue bajan, y crecen la gripe común y otras infecciones.
Brasil, con una población de 210 millones de habitantes, registró en 2019, más de 1 200 muertes por los tres tipos de influenza. Este año a la influenza y el dengue se suma la COVID-19, y los tres virus provocan síntomas similares los primeros días.
«Esa combinación es bastante explosiva», explica a EFE el doctor Adriano Massuda, profesor en la Fundación Getulio Vargas. Por su parte, Mauricio Lacerda, investigador de una Fundación en Sao Paulo y trabajador del hospital de Sao José do Rio Preto, asegura que «las perspectivas son muy malas» de cara al invierno.
Dijo que “en el hospital ya tenemos pacientes de influenza, de COVID-19 y de dengue, y tuvimos muertes por las tres, afirma a EFE. A lo que se añaden brotes de sarampión activos en varias regiones, con reportes de 2.910 casos.
Mientras, el sistema de salud de ese país, del que depende el 75 % de los brasileños, sufre problemas crónicos de financiación gracias a políticas de austeridad fiscal del gobierno de Temer, agravados en el de Bolsonaro, quien además no renovó el contrato a los médicos cubanos que prestaban servicios, sobre todo en zonas intrincadas, ahora golpeadas por esas enfermedades.
Desde finales de 2016 Brasil ha dejado de invertir en el sector salud unos 30.000 millones de reales (hoy unos 5.170 millones de dólares). Las consecuencias están a la vista.
LG/RL