En medio de la epidemia de dengue que atraviesa el país, la discusión técnica sobre la incorporación al calendario nacional de una vacuna está en pausa desde noviembre del año pasado. A mediados de este año, una comisión técnica que asesora a las autoridades sanitarias volverá a analizar su utilidad con mayor información tras las experiencias piloto en Misiones y Salta. El debate “importante”, como anticipó el ministro de Salud porteño,
Fernán Quirós , se va a dar una vez superada la actual emergencia.
Este lunes, en conferencia de prensa en Casa Rosada , el vocero presidencial dijo que la vacunación por calendario contra el dengue “aún no está validada como estrategia para evitar la propagación de la enfermedad”. Manuel Adorni se refería, sin nombrarlo, al producto del laboratorio japonés Takeda que, en abril del año pasado, la Anmat aprobó para su comercialización local y se está comercializando desde noviembre.
El uso por prospecto de Qdenga , como es su nombre, está indicado a partir de los cuatro años, sin mencionar límite de edad. El productor advierte que “no existen datos sobre el uso en mayores de 60 y los datos son limitados en pacientes con afecciones médicas crónicas”, una de las dudas que deberá despejar la Comisión Nacional de Inmunizaciones (Conain) cuando vuelva a tratar a mediados de año. También está contraindicada en las embarazadas o durante la lactancia y en las personas que están inmunosuprimidas porque es una vacuna a virus vivos atenuados del dengue. De ahí la recomendación de consultar al médico de cabecera previamente.
Se aplican dos dosis, con tres meses de intervalo, y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomendó, a partir de XI Reunión ad hoc de su Grupo Técnico Asesor (GTA) sobre Enfermedades Prevenibles por Vacunación, que “cualquier introducción de la vacuna en [un] país se considere una prueba piloto y vaya acompañada de un estudio sólido de fase 4 posterior a la comercialización”. En el país, los gobiernos de Salta y Misiones son los únicos que adquirieron dosis, según confirmó el laboratorio. Son dos entre las provincias del noreste y noroeste argentino que estaban concentrando la mayor cantidad de casos en esta epidemia hasta que los casos empezaron a crecer también en el centro del país, de acuerdo con las notificaciones nacionales.
“El Ministerio de Salud continúa coordinando acciones con las provincias para enfrentar el brote”, continuó Adorni, y mencionó que “la herramienta más importante” sigue siendo descacharrar.
Desde la cartera sanitaria a cargo de Mario Russo ampliaron que “tanto la OPS como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendaron a los estados miembros que consideren el uso de la vacuna para los niños de entre seis y 16 años que viven en entornos con alta carga de enfermedad por dengue y alta intensidad de transmisión. En nuestro país, la mayor carga de enfermedad es en la población adulta joven y no existen datos suficientes sobre la eficacia de la vacuna en este grupo poblacional”.
Áreas específicas del país
Infectólogos mencionan que se podría incorporar al calendario nacional de vacunación para áreas específicas del país, como sucede con la vacuna de la fiebre amarilla o la fiebre hemorrágica argentina. En el Ministerio de Salud aguardan reunir “información y evidencia científica en el desarrollo del brote [por la epidemia en curso]” para definir, por ejemplo, su seguridad, su efectividad y en qué edades daría mejor resultado su uso poblacional. “Estamos relevando la información en los departamentos más afectados, en diálogo permanente con las autoridades sanitarias provinciales y los organismos sanitarios internacionales”, sumaron.
En Salta, según explicaron desde esa provincia, están vacunando a la población de entre 25 y 39 años en los departamentos del norte con la primera dosis. Se había previsto vacunar a 150.000 personas con el esquema completo.
El debate “importante”, según había anticipado la semana pasada el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós , se va a dar a mitad de año cuando se cumpla el plazo de seis meses sugerido por la Conain tras la presentación en noviembre pasado del Grupo de Trabajo en Vacuna contra el Dengue. Esa discusión, según continuó Quirós ante medios, será relevante para definir “una estrategia de vacunación para la próxima campaña” por la primavera-verano de 2024-2025.
“Ese va a ser el gran debate de este año sostuvo el funcionario. La vacuna que hoy está disponible en el mercado tiene un esquema de dos dosis que se aplican con un intervalo de 90 días, con un efecto biológico documentado a 30 días después de la segunda dosis. Por esto, la discusión de la vacuna en este momento no conduce porque para cuando esté el efecto en la población vacunada vamos a estar en invierno.”
De aquella reunión en noviembre pasado habían participado funcionarios de la cartera nacional durante la gestión de Carla Vizzotti y cinco especialistas convocados del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas , el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez , la Sociedad Argentina de Infectología , el Instituto Nacional de Medicina Tropical y la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero
“Se analizaron todas las vacunas autorizadas y en investigación. Los representantes del Instituto Butantan de Brasil [con un producto por presentar] y de los laboratorios Takeda y Sanofi-Pasteur [que comercializa la vacuna Dengvaxia , aprobada en 2017] presentaron una actualización de los estudios de fase III de las vacunas para dengue –se detalló en el informe oficial–. Luego de escuchar las presentaciones y realizar diversas consultas, el grupo de expertos y las autoridades sanitarias consideraron que, en base a los datos presentados, ninguna de las vacunas cumple una función de bloqueo frente a un brote de dengue, que es lo que ocurre en nuestro país.” ( Fabiola Czubaj
Comentario de AgendAR:
En medio de la peor epidemia regional, el Ministerio de Salud acuerda en no hacer nada, salvo estudiar los datos de vacunas, hasta que la emergencia pase. Lo cual es una mentira impiadosa: una infección con este mosquito doméstico como vector no es un asunto de estación. Onda que la emergencia no va a pasar, gente. El frío ya no joroba al mosquito vector del virus.
El Aedes aegyptii solía ser tropical y subtropical, pero ese tipo de clima se ha vendido corriendo a trancos hacia el sur por el recalentamiento global. Hace 30 años, los huevos del Aedes, puestos sobre el pelo de agua de millones de charcos, macetas, jarrones, latitas y neumáticos descartados, mayormente no lograban pasar el invierno. Ahora sí, porque la especie se adaptó a la Pampa Húmeda y hay nacimientos todo el año. Pero además la isla de edificación del AMBA está 5o Celsius más caliente en promedio que su entorno rural, y de yapa el mismísimo campo bonaerense está a temperaturas que hace 40 años eran más bien exclusivas de la provincia de Corrientes.
Mientras tanto, nos dice el señor Ministro, que se dé la primera dosis quien pueda pagarla. Hay que tener los $ 56.794,32 que acaba de oblar al contado mi amigo Carlitos, sí, el ingeniero morocho, cuya prepaga (Médicus) no da descuento ni reembolso. La vacuna Takeda se garpa taca taca, como indica su nombre. Otras prepagas sí hacen descuento del 40%, e ignoro que harán las obras sociales sindicales, ahora que saben oficialmente «que no hay plata». Y que al Aedes, como a los franceses y luego a los alemanes en Rusia, sólo los detendrá el General Invierno. Militar que aparentemente aquí en Baires está de retiro efectivo. Pero que es la única esperanza que le da el estado nacional a los que trabajan 14 o 15 horas diarias, esas personas que la pequebusía no ilustrada llama «planeros».
En el país actual, con más cuentapropistas que trabajadores registrados, para cortar la transmisión se requieren dos dosis separadas 90 días entre sí, nada baratas. En actual cuadro de híper-estanflación, el precio e incluso la existencia de la segunda dosis es conjetural. Es que el laboratorio japonés Takeda, el desarrollador y fabricante de esta vacuna con un interesante 73% de efectividad, no tiene suficiente capacidad de producción para enfrentar la crisis que estalló sobre Brasil y la Argentina.
La verdad es que otros inmunizantes contra el dengue están en una situación parecida. El Instituto Butantán de Brasil, un faro de la biotecnología del Mercosur, tiene una vacuna aún mejor: 81% de efectividad confirmada por el National Institute of Health (NIH) de los EEUU. Y de yapa, una sola dosis, lo que simplifica muchísimo su suministro masivo.
El problema es que Merck, Sharpe y Dohme, el dueño de la propiedad intelectual de la vacuna, tiene un contrato durísimo con los brasucas: el Butantán puede fabricar y vender sólo dentro de Brasil. Del resto del mundo se ocupa Merck, capisce? Manos arriba, compatriotas, esto es un asalto. Quiero sus relojes y sus tarjetas. En suma, los primos no pueden tirarnos un salvavidas oficial: les está prohibido.
Por ahora, la capacidad de fabricar los al menos tres salvavidas vacunales contra el dengue es limitada. En contraposición, dos de las cuatro cepas de este virus avanzan por Sudamérica, arreadas desde los trópicos hacia las zonas templadas y lluviosas por el recalentamiento global. Este año en Argentina tenemos casos en sitios insólitos por lo fríos, como Bahía Blanca. Y no son importados de Salta, de Misiones ni del AMBA. Son autóctonos. Los bahienses y el género Aedes acaban de conocerse por primera vez.
Pero esto pasa en todo el mundo. Por causas corporativas, sobran mosquitos y faltan vacunas. En números crudos, en este mundo recalentado y superpoblado 400 millones de humanos se pegan un dengue, 100 hacen fiebres altas y dolorosas, y 40.000 se mueren de enfermedad hemorrágica masiva, especialmente si se enferman por segunda vez con cepas distintas de las cuatro existentes. Mal momento para que desaparezcan los estados nacionales y sus sistemas de salud.
Las multinacionales no quieren sobreequiparse para producir vacunas. Como les ha dado por hacerlas muy modernas y guau, a virus recombinante vivo, son muy efectivas, a veces demasiado, pero fundamentalmente patentables y difíciles de copiar. Pueden atravesar sin problemas una fase 3 a doble ciego ante agencias regulatorias amigables, sin mostrar mayores efectos adversos. Pero puede ser que estos aparezcan de pronto en «fármacovigilancia», o fase cuatro, cuando a fuerza de distribución masivo las agujas escondidas en el pajar estadístico aparecen con crudeza.
Pasó en Filipinas entre 2015 y 2016, cuando una campaña vacunatoria masiva con la Dengvaxia de Pasteur Sanofi, 830.000 dosis fueron repartidas en las escuelas de las ciudades de Luzón, Calabarzón y el Gran Manila. El seguimiento estadístico no tardó en mostrar que la Dengvaxia de Pasteur Sanofi mataba más pibes que los que ponía a salvo. Era demasiado inmunogénica: causó dengue hemorrágico en muchos chicos que no habían tenido la enfermedad, pero luego de vacunados fueron picados por Aedes infectados, y murieron perdiendo sangre en forma difusa y masiva en corazón, pulmones y cerebro.
En 2017, el gobierno filipino le puso fin al intento. La falta de números disponibles sugeriría que las partes acordaron no contar mucho los muertos. Peor aún, eso generó un movimiento antivacunas en todo el archipiélago, nada menos que la tercera economía asiática. Y el efecto inmediato fue una resurgencia feroz de casos de sarampión, una enfermedad que mata pibes a pasto, deja cantidad de discapacitados sensoriales y cognitivos, es hipercontagiosa, y tiene una vacuna taxativamente segura. En 2010 la Organización Mundial para la Salud de las Naciones Unidas estimó que la vacuna contra el sarampión llevaba salvados a 17.000 millones de pibes.
El experimento de la Dengvaxia no fue gratis: el gobierno filipino pagó 5 mil millones de pesos locales por ser la fase 4 o de fármacovigilancia de Europa Occidental, donde ya hay olas de calor y población autóctona de Aedes. El valor en dólares pagado por el gobierno filipino, a cambio de hoy, andaría por los 89.000 millones. Las consecuencias legales del fracaso de la vacuna se dirimieron muy al estilo argentino: acusaciones cruzadas de corrupción entre gobierno y opositores, pero a la larga, sin víctimas judiciales puestas en cana. En 2018 la EMA (European Medicines Agency) licenció la Dengvaxia en la Unión Europea… pero únicamente para su uso en personas que ya habían tenido dengue. Gracias, hermanos filipinos. Sonrían, Europa los ama.
Como la circulación viral de dengue en Sudamérica cabalga sobre las cepas 1 y 2, lo que se necesita es una vacuna capaz de suministro universal, de fabricación barata, sin reactividad cruzada al menos entre las cepas que ya están aquí, y de licenciamiento rápido. La lógica, que en biología sirve sólo a veces, indicaría usar una receta anticuada, segura y eficaz: nada de virus vivos recombinantes. Deberíamos tener un inmunizante con fracciones moleculares activas de los antígenos de los virus DENGV 1 y 2 ante todo, y un «polenteador» tradicional del sistema inmune, como el hidróxido de aluminio. Nada high-tech, lo que se requiere es eficacia y seguridad, como la de dos vacunas pefectas, efectivas para toda la vida: la antisarampión y la antipapiloma.
El problema específicamente argentino es que después de las trabas que sufrió a manos del gobierno anterior la vacuna anticovid de la UNSAM, nadie quiera arriesgar plata en una vacuna de este tipo.
De modo que sin una vacuna argentina siquiera en proyecto, ya sabemos de la piedad de Big Pharma hacia el Tercer Mundo, Sur Global o como se quiera llamar a los países deudores: la demostraron Pfizer, Moderna y AstraZéneca durante la pandemia de Covid. Nos encajaron vacunas entre cuatro y diez más veces más caras que las que no pudo distribuir la UNSAM, Universidad Nacional de San Martín. Ésta habría costado U$ 4 la dosis. Y es que a la UNSAM la ANMAT sólo le permitió entrar en fase 2/3 cuando ya casi todo argento estaba vacunado con marcas importadas. Y las que hicieron la diferencia y pusieron a salvo a médicos, enfermeros y ancianos fueron la Sputnik-V rusa y la Sinopharm.
Para más datos, durante los meses terribles de 2020 y 2021 en que llegaron a morir arriba de 700 argentinos por día, el laboratorio farmacológico argentino Pablo Cassará se estaba reequipando a fondo para fabricar masivamente este producto argentino, llamado ARVAC Cecilia Grierson. Todavía no logra entrar en producción a gran escala.
Cassará debe haber perdido una millonada en equipamiento de punta, porque «La Cecilia», como la bautizamos en AgendAR, todavía hoy carece de autorización para llegar a farmacias, para que la gente la compre como dosis de refuerzo.
No parece que el actual gobierno vaya a suministrar La Cecilia gratis, aunque el covid no desapareció. Sólo se ha vuelto endémico y de transmisión lenta por la inmunidad de manada generada a pinchazo limpio entre 2021 y 2022. Parte de los casi 130.000 muertos por el virus SARS CoV 2 se los debemos a eso: desde el comienzo de la crisis, el Poder Ejecutivo no quiso ofender con inmunizantes Nac & Pop al trío AstraZéneca, Pfizer y Moderna.
Y mientras tanto hoy, en las postrimerías del verano de 2024 y como para pretender que se hace algo respecto de los casi 60.000 casos de dengue reportados en tres meses, a descacharrar hasta que pase la emergencia. Que no va a pasar sola, porque el dengue criollo no piensa irse a ningún lado. AgendAR no puede sino comunicar a los lectores su emoción patriótica. A descacharrar, a descacharrar, con música de Daniel Viglietti. Los viejos de mi generación saben tararearla.
Descacharrar queda mayormente en manos de 16 millones de vecinos que habitan los 3883 km2 de los 40 municipios del AMBA, pero atentos al espíritu de la época, deben desarrollar una pasión por el emprendedurismo gratarola, ahora que el trabajo pago está desapareciendo y empieza a sobrar el tiempo libre. ¿Quién descacharra? Buena pregunta. En los 30 años en que el dengue se ha venido acriollando y aporteñando, las 40 municipalidades del AMBA jamás han intentado un esfuerzo coordinado al respecto, salvo pegatinas en las paredes expresando buenos deseos, y campañas televisivas igualmente inocuas. En la práctica no se descacharra jamás porque el control de qué hace cada vecino con los charcos de su patio o los de sus sumideros domiciliarios excede la capacidad de vigilancia de la CIA.
Pero además el problema de los basurales a cielo abierto, de los neumáticos y latitas llenos de lluvia, así como el de las calles de tierra jaspeadas de charcos, se acelera con la ruina de las economías regionales y con el imparable goteo demográfico desde las provincias a los cinturones externos de la zona metropolitana.
La mucha riqueza distrital tampoco ayuda: el exgobernador de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta, en su afán de disminuir el tránsito automotor privado y volver a Buenos Aires una Nueva Barcelona transitable a pata y bici, barricó las calzadas esquineras con enormes macetas muy «cool». Con un año «de Niño» como éste, acumulan lluvia. El Aedes aegyptii, cuyos huevos eclosionaban únicamente en agua limpia hace 30 años, pero hoy se adaptaron al agua sucia, agradecido. El Aedes albopictus, un recién llegado, también transmisor, que pone sus huevos en tierra desnuda mojada, añade su gratitud ante tan inesperado encacharramiento municipal. «La transformación no para», como decía uno.
Un modo bastante racional de disminuir la población de mosquitos Aedes la tiene la Comisión Nacional de Energía Atómica, y se llama «técnica del macho estéril». No es nada revolucionaria, pero aquí sólo se aplicó para controlar la mosca mediterránea que contaminaba las plantaciones de frutales en los oasis de Mendoza. El problema está bien contenido, y esto ha logrado que la fruta mendocina sea exportable a la UE, paradójicamente el sitio del cual importamos la maldita mosca. Es para conservar la Patagonia libre de esta plaga que cuando ingresás a Río Negro por aire o por auto te decomisan la fruta que lleves, así sean impenetrables cocos.
La técnica del macho estéril es bastante simple. Los machos de mosquito de cualquier especie se alimentan sólo de polen. No hay bicho más amigable, hippie y vegano. Le falta cantar canciones de Arco Iris (los viejos me entienden). Lamentablemente se les da por reproducirse con hembras de su propia especie, y las hembras pican y pican: necesitan sangre de mamífero llena de globulinas y hemoglobina, para tener proteína y multiplicar hasta 100 veces sus puestas de huevos.
Una ponchada de machos enjaulados e irradiados brevemente de pasada por un túnel donde se los expone a lápices de cobalto 60, que emite rayos gamma, a condición de que reciban la dosis justa y exacta, no se mueren ni se deterioran de salud general, pero quedan más esterilizados que el agua hervida. En las lides amorosas, compiten en igualdad de condiciones de «sex appeal» con los mosquitos fértiles, salvajes y lujuriosos, y el resultado es que las hembras que los eligen ponen huevos infértiles e inviables. La tasa de reproducción de la especie baja. Probado y reprobado con la mosquita del Mediterráneo.
Pero problema urbano es de difícil instrumentación. Liberar en las ciudades nubes de millones de mosquitos machos infértiles del género Aedes sólo sirve para dar alimento balanceado a sus predadores, desde las libélulas hasta las golondrinas. Los Aedes aegyptii, nuestro problema principal, son mosquitos intradomésticos. Raramente salen de la casa en que eclosionaron cuando eran un huevo en agua limpia o sucia. Suelen vivir pocas semanas, y morir a no más de 50 metros del sitio donde nacieron. Más caseros que gato de viuda, como decía Inodoro Pereyra.
Para que la solución nuclear sirva de algo, hay que convencer a 40 intendentes, dos gobernadores y probablemente a los poderes Ejecutivo y Legislativo de la Nación para que hagan algo que mueva a los desconfiados porteños y bonaerenses a abrirles la puerta a señores que les van a llenar la casa de mosquitos. Bajo promesa de que son únicamente machos, y de que no pican ni un poquito, y de que van a terminar con los huevos de esas hembras «pateras» que vuelan bajito y se ceban especialmente con los dedos de los pies cuando uno, muerto de sueño, está en la cocina preparando el mate en patas. Y por supuesto, los vecinos deben estar convencidos de que no les están abriendo la puerta a una gavilla de chorros.
Aunque en términos de biología aplicada la solución nuclear probablemente funcionaría de maravillas, en términos de sociología y politología parece difícil.
Los laboratorios multinacionales, luego de los problemas de Pasteur Sanofi en Filipinas, se han vuelto muy cautelosos con sus propias vacunas de dengue, aunque hayan pasado por fase 3 y parezcan buenas. La pregunta del millón, mientras aquí los casos se multiplican en rampa, es que el Ministerio de Salud sólo hablará de vacunas cuando la emergencia pase, que no pasará. O cuando alguna multinacional como Merck se atreva a vender fuera de Brasil. Que no rebosa de dosis disponibles: tiene 6 millones de enfermos, y el estado federal sólo logra vacunar en 21 municipios, menos del 10% de los existentes en tierras brasucas. Están en el horno, los primos. Nosotros empezamos a estarlo.
Ésas son las cosas de las que no habla el artículo de La Nación, ese templo de la información, por no ofender a nadie. Pero el dengue, sobre todo en los países pobres, sólo se para con vacunas, ponele la firma, lector. Y aquí aprovecho y pongo la mía.
Daniel E. Arias