El consumo excesivo de fructosa, común en dietas ricas en alimentos ultraprocesados, altera la forma como el intestino responde a la glucosa, aumentando la absorción de ese azúcar y comprometiendo el control de la glucemia. Esta fue la conclusión de un estudio publicado en la revista Molecular Metabolism por investigadores de la Universidad Laval (Ulaval), Canadá, y del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP).
Según los autores, estos efectos observados en ratones preceden a la intolerancia a la glucosa y a la acumulación de grasa en el hígado, dos factores vinculados al desarrollo de la diabetes tipo 2 y de la enfermedad del hígado graso asociada a disfunción metabólica (MASLD). Y la absorción intestinal alterada es el detonante del problema.
En el estudio, los ratones fueron alimentados con una dieta durante siete semanas en la que el 8,5% de la energía provenía de fructosa, una proporción considerada alta, pero aún cercana al consumo humano promedio. En sólo tres días, los animales ya mostraron un aumento en la capacidad del intestino para absorber glucosa, incluso antes de la aparición de la intolerancia a la glucosa. Después de cuatro semanas, la glucosa ya no se eliminaba eficazmente de la sangre y, al final del estudio, se observó acumulación de grasa en el hígado, una condición que puede evolucionar a enfermedades más graves, como la cirrosis.
Curiosamente, incluso con estos efectos adversos, los ratones no desarrollaron resistencia a la insulina en el músculo ni en el tejido adiposo, lo que indica que el descontrol glucémico inicial se produce debido a cambios en el intestino y no debido a un fallo en la respuesta periférica a la insulina.
La explicación de este fenómeno puede estar en la acción de una hormona llamada GLP-2, producida por las células intestinales. Los investigadores descubrieron que el consumo excesivo de fructosa aumenta los niveles circulantes de GLP-2, una sustancia que estimula el crecimiento de la superficie intestinal y aumenta la absorción de nutrientes. Al bloquear el receptor de esta hormona (Glp2r) con un fármaco, se consiguió prevenir el aumento de la absorción de glucosa, evitando tanto la intolerancia como la acumulación de grasa en el hígado.
Sin embargo, la estrategia de bloqueo de Glp2r no es fácilmente aplicable a los humanos, ya que este mismo receptor está involucrado en la protección de la barrera intestinal contra infecciones e inflamación. Esto refuerza la complejidad del papel del GLP-2 en la salud metabólica.
"Demostramos que el aumento de la absorción de glucosa en el intestino ocurre antes de la intolerancia a la glucosa. Esto abre las puertas al uso de este mecanismo como biomarcador temprano", declaró Fernando Forato Anhê, profesor de la Facultad de Medicina de Ulaval y coordinador de la investigación, a la Secretaría de Prensa del ICB-USP. La prueba de absorción intestinal de glucosa es económica, segura y ya se utiliza en humanos; solo sería necesario aplicarla en un nuevo contexto.
Con apoyo de la FAPESP a través de cuatro proyectos ( 20/12201-4 , 22/14545-8 , 20/06397-3 y 22/02829-1 ), la investigación fue realizada por Paulo H. Evangelista-Silva , estudiante de doctorado del Programa de Posgrado del Departamento de Biología Funcional y Molecular del ICB-USP, en coautoría con Eya Sellami, investigadora de la Ulaval, y Caio Jordão Teixeira , estudiante de posdoctorado del Departamento de Fisiología y Biofísica del ICB-USP.
En el siguiente paso, con el apoyo de los Institutos Canadienses de Investigación en Salud (CIHR), el grupo investigará cómo se puede manipular el microbioma intestinal para reducir los efectos nocivos del exceso de fructosa.
La fruta es una aliada
Según Evangelista-Silva, los resultados del estudio se refieren al consumo de fructosa añadida a los alimentos ultraprocesados. Las frutas frescas son ricas en fibra, lo que ayuda a ralentizar la absorción de glucosa y aumenta la saciedad. Además, contienen nutrientes beneficiosos para la salud intestinal y hepática, explicó.
La pobreza nutricional de los alimentos ultraprocesados, con su bajo contenido en fibra y altos niveles de azúcares añadidos –como el jarabe de maíz y el azúcar de caña– sobrecarga el cuerpo. Evangelista-Silva recomienda priorizar los alimentos naturales , como recomienda la Guía Alimentaria para la Población Brasileña , elaborada por el Ministerio de Salud con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El azúcar de caña y el jarabe de maíz son ejemplos de azúcares con alto contenido de fructosa ampliamente utilizados por la industria en alimentos ultraprocesados. Vea algunos ejemplos a continuación:
• Refrescos y jugos procesados ??(incluso aquellos hechos con 100% fruta)
• Cereales de desayuno y barras azucaradas
• Galletas rellenas y dulces procesados
??• Panes y pasteles preparados (como panecillos y pan de molde)
• Tés preparados y bebidas deportivas azucaradas
• Salsas procesadas (ketchup, salsa barbacoa, etc.)
• Yogures azucarados, postres lácteos y gelatinas
El artículo “La alta fructosa reconecta el sensor de glucosa intestinal a través del péptido similar al glucagón 2 para perjudicar la regulación metabólica en ratones” se puede leer en: www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2212877825000080?via%3Dihub .