El ejercicio físico regular, como el entrenamiento de resistencia, puede prevenir la enfermedad de Alzheimer, o al menos retrasar la aparición de los síntomas, y sirve como una terapia sencilla y asequible para los pacientes de Alzheimer. Esta es la conclusión de un artículo publicado en Fronteras en Neurociencia por investigadores brasileños afiliados a la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP) y la Universidad de São Paulo (USP).
Aunque es poco probable que las personas mayores y los pacientes con demencia puedan hacer carreras diarias largas o realizar otros ejercicios aeróbicos de alta intensidad, estas actividades son el foco de la mayoría de los estudios científicos sobre la enfermedad de Alzheimer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el ejercicio de resistencia como la mejor opción para entrenar el equilibrio, mejorar la postura y prevenir caídas. El ejercicio de resistencia implica la contracción de músculos específicos contra una resistencia externa y se considera una estrategia esencial para aumentar la masa muscular, la fuerza y la densidad ósea, y para mejorar la composición corporal general, la capacidad funcional y el equilibrio. También ayuda a prevenir o mitigar la sarcopenia (atrofia muscular), facilitando la realización de las tareas cotidianas.
Para observar los efectos neuroprotectores de esta práctica, investigadores de los Departamentos de Fisiología y Psicobiología de la UNIFESP y del Departamento de Bioquímica del Instituto de Química de la USP (IQ-USP), realizaron experimentos con ratones transgénicos con una mutación responsable de la acumulación de beta-amiloide placas en el cerebro. La proteína se acumula en el sistema nervioso central, altera las conexiones sinápticas y daña las neuronas, todas las cuales son características de la enfermedad de Alzheimer.
Durante el estudio, financiado por la FAPESP, los ratones fueron entrenados para subir una escalera de 110 cm con una inclinación de 80° y 2 cm entre peldaños. A sus colas se les sujetaron cargas correspondientes al 75%, 90% y 100% de su peso corporal. El experimento imitó ciertos tipos de entrenamiento de resistencia realizados por humanos en gimnasios.
Al final de un período de entrenamiento de cuatro semanas, se tomaron muestras de sangre para medir los niveles plasmáticos de corticosterona, la hormona en ratones equivalente al cortisol en humanos; el aumento de los niveles en respuesta al estrés aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Los niveles de la hormona fueron normales (iguales a los encontrados en el grupo de control que comprendía animales sin la mutación) en los ratones entrenados en ejercicio, y el análisis de su tejido cerebral mostró una disminución en la formación de placas de beta-amiloide.
Esto confirma que la actividad física puede revertir las alteraciones neuropatológicas que provocan los síntomas clínicos de la enfermedad”.
Henrique Correia Campos, primer autor del artículo
“También observamos el comportamiento de los animales para evaluar su ansiedad en la prueba de campo abierto [ which measures avoidance of the central area of a box, the most stress-inducing area ] y encontró que el ejercicio de fuerza redujo la hiperlocomoción a niveles similares a los controles entre ratones con el fenotipo asociado a la enfermedad de Alzheimer”, dijo Deidiane Elisa Ribeiro, co-primera autora del artículo e investigadora del Laboratorio de Neurociencias del IQ-USP. Agitación, inquietud y deambulación son frecuentes los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.
“El ejercicio de resistencia se está demostrando cada vez más como una estrategia eficaz para evitar la aparición de los síntomas del alzhéimer esporádico [ not directly caused by a single inherited genetic mutation ], que es multifactorial y puede estar asociado con el envejecimiento, o para retrasar su aparición en el Alzheimer familiar. La principal posible razón de esta efectividad es la acción antiinflamatoria del ejercicio de resistencia”, dijo Beatriz Monteiro Longo, última autora del artículo y profesora de neurofisiología de la UNIFESP.
Revisión de la literatura
El estudio en modelo animal se basó en una revisión de la literatura publicada en Fronteras en Neurociencia donde el mismo grupo de la UNIFESP compiló evidencia clínica de que los beneficios del ejercicio de resistencia incluyen efectos positivos sobre la disfunción cognitiva, el déficit de memoria y problemas de comportamiento en pacientes con Alzheimer, concluyendo que puede ser una alternativa asequible o una terapia adyuvante.
Participaron también del estudio investigadores de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN) y de la Universidad Federal de Ouro Preto (UFOP), en Brasil.
“El Alzheimer no afecta solo al paciente. Toda la familia se ve afectada, especialmente en los hogares de bajos ingresos”, dijo Caroline Vieira Azevedo, primera autora del artículo de revisión y estudiante de posgrado de la UNIFESP. “Ambos artículos ofrecen información que puede ser utilizada para estimular la creación de políticas públicas. Imagínese el ahorro de costos si se retrasa diez años la aparición de síntomas en pacientes mayores”.