Investigadores brasileros estudiaron los efectos del nuevo coronavirus en el sistema nervioso central.
Un estudio brasileño dado a conocer el día 13 de octubre en la plataforma medRxiv comprueba que el virus SARS-CoV-2 posee la capacidad de infectar a las células del tejido cerebral, y que su principal blanco lo constituyen los astrocitos. Estos resultados revelan también que incluso las personas acometidas por la forma leve del COVID-19 pueden exhibir alteraciones significativas en la estructura de la corteza cerebral, la zona del cerebro más rica en neuronas y encargada de la realización de funciones complejas tales como la memoria, la atención, la conciencia y el lenguaje.
Esta investigación estuvo a cargo de diversos grupos de científicos de la Universidad de Campinas (Unicamp) y de la Universidad de São Paulo (USP), todos financiados por la FAPESP, que contaron también con la colaboraron de pares del Laboratorio Nacional de Biociencias (LNBio), del Instituto D’Or de Pesquisa e Ensino (IDOR) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
Esta investigación estuvo a cargo de diversos grupos de científicos de la Universidad de Campinas (Unicamp) y de la Universidad de São Paulo (USP), todos financiados por la FAPESP, que contaron también con la colaboraron de pares del Laboratorio Nacional de Biociencias (LNBio), del Instituto D’Or de Pesquisa e Ensino (IDOR) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
Los astrocitos son las células más abundantes del sistema nervioso central y cumplen diversas funciones: les suministran sostén y nutrientes a las neuronas, regulan la concentración de neurotransmisores y otras sustancias con potencial para interferir en el funcionamiento neuronal, como el potasio, integran la barrera hematoencefálica, que ayuda a proteger el cerebro contra patógenos y toxinas, y ayudan a mantener la homeostasis cerebral.
La infección de este tipo de células se confirmó mediante la realización de experimentos con tejidos cerebrales de 26 pacientes que murieron de COVID-19. Las muestras se extrajeron durante procedimientos de autopsias mínimamente invasivas a cargo del patólogo Alexandre Fabro, docente de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (FMRP-USP). Los análisis estuvieron coordinados por Thiago Cunha, docente de la FMRP-USP e integrante del Centro de Investigaciones en Enfermedades Inflamatorias (CRID).
Los investigadores adoptaron una técnica conocida como inmunohistoquímica, que consiste en utilizar anticuerpos para marcar antígenos virales o componentes del tejido analizado, tal como lo explica Martins-de-Souza. “Podemos poner en la muestra anticuerpos que al unirse a los astrocitos hacen que las células adquieran una coloración roja, por ejemplo; y otros que al conectarse con la proteína de las espículas del SARS-CoV-2 marca a las moléculas en verde; y, por último, podemos poner anticuerpos para marcar en color púrpura al ARN viral de cadena doble, que solamente aparece durante el proceso de replicación del microorganismo. Cuando se superpusieron todas las imágenes tomadas durante el experimento, notamos que los tres colores aparecen simultáneamente tan solo dentro de los astrocitos.”
De acuerdo con Cunha, la presencia del virus se confirmó en las 26 muestras estudiadas. En cinco de ellas también se detectaron alteraciones que sugerían un posible perjuicio del sistema nervioso central.
“Observamos en esos cinco casos señales de necrosis y de inflamación, tales como edema [la hinchazón causada por acumulación de líquido], lesiones neuronales e infiltración de células inflamatorias. Pero solamente tuvimos acceso a una pequeña parte del cerebro de los pacientes, por eso es posible que también hubiera señales similares en los otros 21 casos estudiados, pero en áreas distintas del tejido”, dice Cunha.
Síntomas persistentes
En otro brazo de la investigación, en la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la Unicamp, se les realizaron exámenes de resonancia magnética a 81 voluntarios que contrajeron la forma leve de COVID-19 y se recuperaron. Las evaluaciones presenciales se concretaron en promedio 60 días después de la fecha del test de diagnóstico y una tercera parte de los participantes aún exhibían síntomas neurológicos o neuropsiquiátricos. Las principales quejas fueron dolor de cabeza (40%), fatiga (40%), alteraciones de la memoria (30%), ansiedad (28%), pérdida del olfato (28%), depresión (20%), somnolencia diurna (25%), pérdida del gusto (16%) y disminución de la libido (14%).
“Dimos a conocer un enlace para que los interesados en participar en la investigación pudieran inscribirse y, para nuestro asombro, en pocos días ya contábamos más de 200 voluntarios, muchos de ellos polisintomáticos y con quejas variadas. Aparte de los exámenes de neuroimágenes, se los está evaluando mediante exámenes neurológicos y test estandarizados a los efectos de medir sus desempeños en funciones cognitivas tales como la memoria, la atención y la flexibilidad de razonamiento. En el artículo mostramos los primeros resultados”, comenta la profesora Clarissa Yasuda, del Instituto de Investigaciones sobre Neurociencias y Neurotecnología (BRAINN).
En la investigación se incluyó únicamente a personas con diagnóstico de COVID-19 confirmado mediante análisis de RT-PCR y que no tuvieron que hospitalizarse. Las evaluaciones se realizaron luego de la fase aguda y los resultados se compararon con datos de 145 individuos sanos y no infectados.
Mediante el análisis de los estudios de resonancia magnética fue posible detectar algunas áreas de la corteza cerebral de los voluntarios con un espesor menor que el promedio que se registró en los individuos de control, mientras que otras exhibían un aumento de tamaño, cosa que, según los autores, podría indicar algún grado de edema.
“Dimos a conocer un enlace para que los interesados en participar en la investigación pudieran inscribirse y, para nuestro asombro, en pocos días ya contábamos más de 200 voluntarios, muchos de ellos polisintomáticos y con quejas variadas. Aparte de los exámenes de neuroimágenes, se los está evaluando mediante exámenes neurológicos y test estandarizados a los efectos de medir sus desempeños en funciones cognitivas tales como la memoria, la atención y la flexibilidad de razonamiento. En el artículo mostramos los primeros resultados”, comenta la profesora Clarissa Yasuda, del Instituto de Investigaciones sobre Neurociencias y Neurotecnología (BRAINN).
En la investigación se incluyó únicamente a personas con diagnóstico de COVID-19 confirmado mediante análisis de RT-PCR y que no tuvieron que hospitalizarse. Las evaluaciones se realizaron luego de la fase aguda y los resultados se compararon con datos de 145 individuos sanos y no infectados.
Mediante el análisis de los estudios de resonancia magnética fue posible detectar algunas áreas de la corteza cerebral de los voluntarios con un espesor menor que el promedio que se registró en los individuos de control, mientras que otras exhibían un aumento de tamaño, cosa que, según los autores, podría indicar algún grado de edema.
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