Actualmente menos del 10% de la masa del fruto se aprovecha para la extracción de aceite. Las innovaciones desarrolladas en la Unesp pueden contribuir a reducir el desperdicio y movilizar sustentablemente la economía del Cerrado
Agencia FAPESP ( Brasil )
Conocido por sus aplicaciones en las industrias farmacéutica, cosmética y gastronómica, el aceite de pequi (Caryocar brasilense) es extraído a partir de la pulpa y el carozo almendrado del fruto originario del Cerrado. En tanto lo que sobra de ese proceso (cerca del 90%) es generalmente descartado, generando un desperdicio que puede llegar a centenares de toneladas anuales. Ante este escenario, investigadores de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) se movilizaron por encontrar una forma creativa, sustentable y barata de aprovechar los restos del fruto.
En Assis, en el interior de São Paulo, los científicos desarrollaron dos nuevos productos a partir de residuos de pequi: una crema con actividad antiinflamatoria y un protector solar con propiedades antioxidantes, capaz de retrasar el envejecimiento cutáneo. Con las innovaciones, la fruta se puede aprovechar mejor económicamente, aumentando el nivel de vida de las personas que dependen de ella para sobrevivir, además de colaborar con el medio ambiente.
Las formulaciones mostraron resultados prometedores en pruebas farmacológicas. “Tuvimos la misma respuesta que los productos ya consolidados en el mercado utilizando una materia prima genuinamente brasileña que se desperdicia”, dice la farmacéutica bioquímica Lucinéia dos Santos, profesora de la Facultad de Ciencias y Letras de la Unesp y coordinadora de los estudios, apoyado por FAPESP a través de dos proyectos (19/02805-2 y 17/26761-9).
Las novedades, ya patentadas por la Agencia Unesp de Innovación (Auin), satisfacen una gran demanda del mercado por medicamentos y cosméticos más naturales.
“La industria farmacéutica busca constantemente nuevos medicamentos y soluciones estéticas que sean efectivas, seguras, de bajo costo y que no causen consecuencias negativas para el organismo. Tenemos estos productos. Además, nuestras innovaciones contribuyen al bienestar ambiental, económico y social, agregando valor a los residuos que normalmente se descartan”, dice la profesora.
Según la docente, para producir un tubo de 60 gramos de la nueva crema antiinflamatoria, por ejemplo, el costo aproximado sería de R$ 8,10. Actualmente, la misma cantidad de crema antiinflamatoria comercial, también elaborada con activos naturales, se vende hasta R$ 65,00.
Donde todo comenzó
La idea inicial de la investigación surgió de un estudio desarrollado por una colega del departamento de Santos, quien estaba trabajando para aumentar el rendimiento de la extracción de aceite de pequi, cuya productividad es muy baja: la cantidad de aceite extraído es menor al 10% de la masa de pulpa.
“Esta profesora estaba creando una prensa para optimizar el retiro. Compartimos la misma habitación y noté que ella presionó el pequi, tomó el aceite y desechó el resto. Pensé que en ese residuo podría haber sustancias importantes que podrían usarse. Cuando analizamos este material, lo que imaginé resultó ser cierto. Encontramos importantes compuestos fitoquímicos que probablemente sean responsables de sus actividades antiinflamatorias, antioxidantes y fotoprotectoras”, dijo.
Para evaluar la acción de la crema contra inflamaciones, los científicos inyectaron una sustancia irritante llamada carragenina en las patas de los ratones, lo que generó un proceso inflamatorio en la región, provocando hinchazón, enrojecimiento y aumentando la temperatura de la zona. Después de aplicar la crema, los investigadores midieron el volumen de la lesión y controlaron cuánto retrocedió en los roedores con el tiempo. En solo dos horas, ya era posible notar la diferencia. En tres días, la zona se recuperó por completo.
El análisis de las propiedades del protector solar se realizó con el mismo dispositivo que utilizan los grandes fabricantes del sector. El equipo emite un haz de luz intenso y uniforme que ilumina las muestras de material y, en base a la interpretación de los datos que se generan, mide el factor de protección del producto. La tecnología cumple con los requisitos reglamentarios de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), la Agencia Federal de Vigilancia Sanitaria de EE. UU. y la Asociación Europea de Cosméticos.
Valorizando el medio ambiente
Santos, que ha trabajado con diferentes tipos de residuos a lo largo de su carrera, explica que, al aprovechar la enorme cantidad de pequi que se descarta, es posible agregar valor a la biodiversidad. “Los frutos se recolectan de manera intensiva para el consumo en los centros urbanos, pero nadie planta pequi de manera ordenada. La producción se realiza de forma predatoria. La mayoría de las veces son familias que trabajan en este cultivo sin ningún tipo de orientación técnica ”, dice. Los estudios se realizaron en asociación con una cooperativa de Minas Gerais, lo que ayudó a los investigadores a comprender la dinámica de la producción de pequi en el país. En el estado, cerca de 12 mil familias, de 170 municipios, dependen económicamente de la fruta.
Encontrado en el Cerrado, en regiones con buena luminosidad y menor fertilidad natural del suelo, el pequi corre el riesgo de extinción debido a la agricultura depredadora y la ganadería desordenada. “Conservar el Cerrado requiere valorar sus recursos naturales. Tan pronto como la gente comprenda la importancia de preservar los árboles de pequi con una cultura sustentable, lograremos evitar la extinción. Además, con estos nuevos productos podemos mejorar la condición económica y social de las familias que dependen de este fruto para su sustento”, defiende Santos.
Los estudios que resultaron en las patentes contaron con la participación de estudiantes de pregrado y maestría de la Unesp. Ahora los investigadores están trabajando para optimizar las sustancias y buscando socios para dar continuidad a los trabajos. “Buscamos socios en la industria para iniciar los testeos en humanos de los productos desarrollados con el residuo del pequi”, relató la docente.
Fuente: Agencia Unesp de Inovación.