Brasil es el país que posee la mayor concentración de ecosistemas tropicales en áreas protegidas, pero una parte considerable de dichas reservas puede estar en situación vulnerable a los efectos de los cambios climáticos en curso en el planeta.
Esto es lo que indica un estudio que contó con el apoyo de la FAPESP y que salió publicado en el periódico científico Conservation Biology.
Dicho estudio estuvo coordinado por David Montenegro Lapola, del Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas Aplicadas a la Agricultura (Cepagri) de la Universidad de Campinas (Unicamp, en el estado de São Paulo, Brasil), y en él se evaluaron 993 áreas protegidas de todo el territorio brasileño. Este trabajo comenzó durante la iniciación a la investigación científica de Fernanda Sueko Ogawa, becaria de la FAPESP.
Se tuvieron en cuenta todas las áreas de más de 50 kilómetros cuadrados (km²), incluidos parques nacionales, estaciones ecológicas, reservas de desarrollo sostenible y tierras de pueblos originarios demarcadas por la Fundación Nacional Indígena (Funai).
El equipo de investigadores estimó la resiliencia de estas unidades y comparó los resultados con el cambio climático proyectado en ellas, con base en indicadores suministrados por instituciones gubernamentales y recabados en el marco de estudios anteriores. De las 993 regiones evaluadas, 258 quedaron clasificadas como de “vulnerabilidad media” y 17 como “altamente susceptibles” a las alteraciones climáticas.
Las proyecciones de cambio climático que se aplicaron provienen del Regional Climate Change Index (RCCI), un índice desarrollado en 2012 en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe, en portugués), ligado al gobierno federal brasileño. En tanto, el probable impacto de las alteraciones y la capacidad de adaptación local se cotejaron con datos de integridad de la vegetación autóctona en cada área y sus alrededores, con el nivel de aislamiento y con el tamaño de dichas áreas.
También se tuvieron en cuenta cálculos del riesgo ambiental supeditado al clima, realizados en el marco de otros trabajos. “En la Amazonia, por ejemplo, existe la hipótesis de que los cambios climáticos extremos transformarían su vegetación en Cerrado [la sabana brasileña]. En tanto, la Pampa [la llanura que cubre Uruguay y regiones de Brasil y de Argentina] puede convertirse en bosque”, dijo Montenegro Lapola.
Con estos datos en manos, el grupo creó un eje con el cual se compararon los niveles de los cambios previstos para esos territorios y la resiliencia adaptativa. “Esta clasificación constituye la novedad de esta investigación, que nos permite además sugerir estrategias más adecuadas para cada lugar”, explicó Montenegro Lapola.
Las 17 áreas clasificadas como de alto riesgo de impacto ambiental y de baja resiliencia cubren 20.611 km² y se encuentran divididas entre el Bosque Atlántico (7), el Cerrado (6) y la Amazonia (4). En tanto, las 258 que exhiben resiliencia y riesgo moderados quedaron encuadradas en una categoría de vulnerabilidad media.
En total son más de 750.000 km² de áreas de vegetación autóctona que pueden quedar en riesgo durante las próximas décadas.
Las áreas protegidas son importantes para mitigar los efectos de los cambios climáticos. “Estas constituyen una gran reserva de carbono y mantienen el funcionamiento del ecosistema, al preservar polinizadores, recursos hídricos y servicios vinculados con nuestras necesidades básicas y con la seguridad alimentaria”, dijo el biólogo Carlos Joly, coordinador del Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP) y coautor del estudio.
“Los trabajos muestran que los cambios climáticos pueden tener efectos sobre la distribución de especies arbóreas y sobre la supervivencia de ciertas especies de animales”, comentó Joly.