En lo que va de año, ya se cuentan más de 530.000 casos y 90 fallecidos, los peores datos en 40 años.
(Infobae) Brasil vive una explosión de casos de dengue. La enfermedad tropical que transmite el temido mosquito Aedes aegypti y que provoca fiebre, dolores musculares y, en el peor de los casos hemorragias y muerte, ha colocado a medio país en estado de alarma.
En lo que va de año, ya se cuentan más de 530.000 casos y 90 fallecidos, los peores datos en 40 años. El gigante sudamericano se ha convertido en el primer país del mundo que, para afrontar esta crisis sanitaria, incorpora una vacuna del dengue a las que ofrece la sanidad pública. La campaña de inmunización ha empezado esta semana. Río de Janeiro ha dispensado los primeros pinchazos este jueves en Barra de Guaratiba, un barrio de la periferia rodeado de playas, ríos y manglares que tiene el mayor foco de dengue de la ciudad.
Los vecinos se sorprendían esta mañana con la nube de fotógrafos y la expectación mediática, que recordaba a la llegada de las primeras vacunas contra la Covid-19. En una terraza junto al mar, Pauliane Soares, de 32 años, fue la primera en recibir el pinchazo en el brazo. “Ha sido una sorpresa muy grande. Me llamaron ayer y me dijeron que me habían seleccionado. Nunca he tenido dengue, pero conozco a gente que murió por dengue, estoy muy feliz. Ahora me siento mucho más segura”, confesaba sonriente.
La vacuna contra el dengue ya está presente en algunos países, pero para turistas que viajen a zonas de riesgo, y en la mayoría de casos, es de pago. Las autoridades brasileñas compraron seis millones de dosis de una vacuna del laboratorio japonés Takeda, lo que permitirá inmunizar a tres millones de personas (se necesitan dos dosis). Es lo máximo que ofrecía la empresa, pero poco para un gigante de más de 210 millones de habitantes, así que de momento la prioridad son los niños de a partir de 10 años y las 521 ciudades con más incidencia de casos. Cuatro Estados y más de 40 ciudades decretaron el estado de emergencia en las últimas semanas. Entre ellas, Río de Janeiro, que este jueves empezó a vacunar a la población.
En realidad, Soares y el resto de los inmunizados esta primera jornada en Río no forman parte de la campaña de vacunación en sí. Ella es una de las 20.000 personas de su barrio seleccionadas para un ensayo clínico, para entender cómo actúa la vacuna en adultos de 18 a 40 años. Aunque la vacuna ya se ha certificado como segura a nivel internacional, falta conocer a fondo su nivel de eficacia en grandes grupos de población y cómo puede usarse en políticas públicas, según explicaron en una rueda de prensa celebrada en responsables del Ministerio de Salud.
A los participantes se les han tomado muestras de sangre y se les controlará durante dos años. Se espera que los resultados de este estudio sean determinantes para poder usar la vacuna contra el dengue a gran escala. Brasil es el primer país en usar esta vacuna en una estrategia de salud pública. El mundo entero está observando lo que hacemos. Ahora vamos a producir más conocimiento. Las evidencias científicas ayudarán a tomar decisiones a nivel internacional, comentó el director del Programa Nacional de Inmunizaciones, Eder Gatti, durante la comparecencia en Río.
Los seis millones de dosis contra el dengue compradas al laboratorio japonés irán llegando a Brasil a cuentagotas a lo largo de este año, pero ya hay conversaciones para que la empresa transfiera la tecnología y que, así, Brasil empiece a producir la vacuna en su territorio a mayor escala.
En paralelo, también hay esperanzas depositadas en otra vacuna, esta vez producida en Brasil. Se trata de la desarrollada por el Instituto Butantán, una institución pública referencia en inmunizantes. De momento se sabe que tiene un 80% de eficacia, aunque aún tiene que pasar varios trámites antes de ser aprobada y probablemente solo podrá empezar a aplicarse en 2025. Su gran ventaja es que es de dosis única, lo que permite proteger a más gente en menos tiempo.
Método Wolbachia
Al margen de las vacunas, Brasil también trabaja desde hace años con el llamado método Wolbachia: mosquitos criados en laboratorio con una bacteria que les impide transmitir el dengue a otros mosquitos y, en consecuencia, a la población humana circundante. A la larga, estos mosquitos modificados procrean y superan a la población nativa, reduciendo la capacidad de transmisión, no solo de dengue sino también de zika, chikungunya y fiebre amarilla.
La vacuna y el mosquito manipulado son estrategias a medio y largo plazo, pero mientras, en la línea de frente, los agentes de salud no descansan. Muchas ciudades reservan alas de los hospitales para pacientes con dengue y en las afueras de Brasilia, una de las regiones más afectadas, ya hay incluso hospitales de campaña administrados por militares. También se ha intensificado la fumigación en las zonas más sensibles y se han reforzado las campañas de concienciación para que la población no deje agua estancada en maceteros, terrazas o restos de basura. La mayoría de personas contrae el dengue por culpa de criaderos de mosquito cercanos a sus casas.
Las autoridades atribuyen este brote histórico a los efectos del cambio climático y de El Niño, que este verano ha barrido Brasil con más olas de calor y más intensas de lo habitual y lluvias torrenciales, un paraíso para el mosquito transmisor, como explicaba la secretaria de Vigilancia en Salud del ministerio, Ethel Maciel. Con el cambio climático ya estamos viendo dengue donde no había, incluso en Europa, así que habrá que tener más control. Brasil puede ayudar al resto del mundo a decidir lo que hay que hacer, confió.