Brasil, un destacado país suramericano, es responsable de verter anualmente 1,3 millones de toneladas de residuos plásticos al océano. Esta cifra, que equivale al peso de 1,3 millones de automóviles pequeños, representa el 8 % del plástico que llega a los mares a nivel mundial.
A medida que este material se acumula en las aguas, se incrementa el número de animales afectados. Esto repercute negativamente en la calidad de la alimentación humana. Los microplásticos, en particular, han sido encontrados en los estómagos de 9 de las 10 especies de pescado más consumidas globalmente. Tal situación plantea un grave riesgo para la salud pública.
En el caso de Brasil, se han identificado plásticos en los estómagos de más de 200 especies marinas. Además el 98 % de los peces amazónicos analizados también presentaron plástico o microplástico en sus intestinos y branquias. A pesar de ser líder en la producción de este material en América Latina, el país no cuenta con legislación que regule su producción y eliminación.
La ONG responsable del estudio insta al Gobierno a acelerar la aprobación de un proyecto de ley que fomente un manejo del plástico orientado a la economía circular. También se recomienda invertir en investigación y desarrollo para promover alternativas al plástico, como materiales reutilizables o compostables.
Ademilson Zamboni, oceanólogo y director general de la ONG, enfatiza que “el plástico que contamina nuestros mares llega allí debido a un modelo de producción y eliminación que necesita ser reemplazado urgentemente”. Además, sostiene que “la industria no puede seguir negando su responsabilidad”, y que es deber del poder público liderar una transición hacia prácticas más sostenibles.
La Organización de las Naciones Unidas considera la contaminación plástica como una crisis global, representando la segunda mayor amenaza ambiental para el planeta. Para mitigar esta situación, la ONU ha propuesto una hoja de ruta. La intención es buscar reducir la producción de plástico. Además mejorar los sistemas de reciclaje, los cuales podrían disminuir la contaminación plástica en un 20 % para 2040.